Mi cansancio fue extremo, caminé exhausta por una hora de ida y otra de venida, a un lugar a donde por lo regular hago 10 minutos en carro. Sin peso alguno en el bolsillo pero con hartas ganas de saber los resultados de tres exámenes me lancé a la aventura, caminé, dí vuelta en muchas esquinas buscando caminos fáciles de rodar, y sin tanto tráfico...
La aventura siguió porque las instrucciones eran dadas en inglés, estaban siendo seguidas a la perfección, mi paso llevaba prisa pero con el simple hecho de verles la sonrisa en la boca hacía detenerme para ayudarles a cruzar la calle en cuestión.
El camino se tornaba cada vez más difícil, el tráfico a esa hora es inmenso y mi corazón entraba en pánico al tener que cruzar grandes avenidas con cuatro ruedas a mi alrededor.
Éste por fin se apoderó de mi cuando al ver cómo se venía un carro enorme encima de él. Mi preocupación aumentó cuando ví que se paró a escasos centímetros de la llanta delantera. Mi corazón dió un vuelco y recobré el latido al verlo a salvo del otro lado.
Qué susto me diste, mi cabeza dió mil vueltas en un mareo tremendo que terminó por inundar mis oídos y dejarme sorda. Hice reclamos pero una sonrisa los acalló.
Los resultados fueron nefastos, no así mis ganas enorme de sobresalir, tendré que esperar, cuatro meses más, pero no importa la oportunidad de nuevo ahí estará, de vuelta a casa la desolación llegó y las lágrimas rasaron mis ojos, sin embargo una pequeña mano me consoló, no llores, no llores esto también pasará, al reconocer el lema me tuve que calmar. Ya se lo sabe, y siempre listo está, otra sonrisa ya me espera un poco más adelante, acaso llorando estás? No, no dale a la bici alcanza esa esquina que es tarde ya.
Mis dos sobrinos ahí estuvieron para calmar esa ansiedad del resultado de un examen que cierto día me logró inquietar.
Los amo!
La aventura siguió porque las instrucciones eran dadas en inglés, estaban siendo seguidas a la perfección, mi paso llevaba prisa pero con el simple hecho de verles la sonrisa en la boca hacía detenerme para ayudarles a cruzar la calle en cuestión.
El camino se tornaba cada vez más difícil, el tráfico a esa hora es inmenso y mi corazón entraba en pánico al tener que cruzar grandes avenidas con cuatro ruedas a mi alrededor.
Éste por fin se apoderó de mi cuando al ver cómo se venía un carro enorme encima de él. Mi preocupación aumentó cuando ví que se paró a escasos centímetros de la llanta delantera. Mi corazón dió un vuelco y recobré el latido al verlo a salvo del otro lado.
Qué susto me diste, mi cabeza dió mil vueltas en un mareo tremendo que terminó por inundar mis oídos y dejarme sorda. Hice reclamos pero una sonrisa los acalló.
Los resultados fueron nefastos, no así mis ganas enorme de sobresalir, tendré que esperar, cuatro meses más, pero no importa la oportunidad de nuevo ahí estará, de vuelta a casa la desolación llegó y las lágrimas rasaron mis ojos, sin embargo una pequeña mano me consoló, no llores, no llores esto también pasará, al reconocer el lema me tuve que calmar. Ya se lo sabe, y siempre listo está, otra sonrisa ya me espera un poco más adelante, acaso llorando estás? No, no dale a la bici alcanza esa esquina que es tarde ya.
Mis dos sobrinos ahí estuvieron para calmar esa ansiedad del resultado de un examen que cierto día me logró inquietar.
Los amo!