La capacitación había sido muy extenuante, con el simple viaje hasta Los Emiratos Árabes era para extenuarse, sin embargo la información recibida en esos pocos días sustentaba todo cansancio.
Las comidas hablaban por sí solas, estaban compuestas por platillos tan exóticos a cualquier paladar; los colores que estos ofrecían a la vista eran inimaginables, todos aquellos sabores escondidos en aquellos lugares tan lejanos de la tierra eran ofrecidos en una hora y media, los olores más extravagantes pero a la vez deleitantes al paladar y al olfato.
El gran bufete fue servido y mi plato se surtió de toda aquella gran variedad de comida, realmente era un pecado no comer de todo. Cuando por fin terminé todo aquel bendito plato, una mano ya estaba extendida ofreciéndome una deliciosa y rara bebida tan espesa como refrescante en color rojo cereza, fue realmente rápido lo que me tomó tenerla en mi estómago, el curso estaba por finalizar y pronto partiríamos de regreso a casa; así que como pude y con cierta tristeza empujé la bebida y me retiré del comedor.
Al llegar al salón en donde era impartido mi curso, la facilitadora estaba por terminar y en un santiamén había dado las gracias, y en una despedida corta pero sustanciosa había de enterarnos que la clausura se llevaría a cabo en la gran piscina con la cual contaba el hotel y que estaba a nuestra entera disposición.
Las instalaciones del hotel eran de primer mundo así que la maravilla de piscina que estaba ante mis ojos fue realmente sobrecogedora. Era un pequeño golfo que daba a mar abierto, éste había sido acondicionado de tal manera que pareciese una piscina y no una parte de mar, las aguas que en ella se mecían eran tan cristalinas y limpias que las personas que ahí se encontraban nadando se veían completas a lo lejos. En el medio de ésta, se encontraba una gran escalera que terminaba en un raro artefacto al cual mi rauda y veloz imaginación le puso nombre de tobogán, era un poco rústico para serlo sin embargo no le encontré mejor uso que eso.
Toda la gente nadaba con un afán tremendo, gozaban realmente el estar sumergidos en esas deliciosas aguas y por supuesto yo no me quería perder esa refrescante experiencia. Mis manos cogieron las mochilas en donde traía mi traje de baño, y de dos zancadas ya estaba en los vestidores que para ser sincera más bien parecían la oficina del gerente que un vestidor. Mi traje de baño no era más que un short azul marino, raído por el tiempo y una camiseta de algodón a cuadros, realmente no me
importaba si luciría bien o no, mi pensamiento estaba en poder sumergir mi cara y mi cuerpo en esa rica y transparente agua.
Salí corriendo del vestidor-oficina y mis pies volaron directo al agua. Al llegar al borde mi instinto fue más fuerte y me agaché a tocar el agua para sentir su temperatura y ohh! sorpresa era el agua más helada que jamás había tocado, siempre me consideré pez de agua termal así que en ese mismo instante me retiré del estremecimiento que me dió.
Mi curiosidad terminó, me agazapé en el primer pilar de la contrucción y no quise ya salir de ahí. Todos me gritaban que fuera con ellos a nadar, pero esa sensación fue para mi más que agua helada, un recordatorio de lo que me pasaría si alguna vez mi cuerpo entero tuviera contacto con agua fría y
salada.
A lo lejos el mar abierto oscuro e impenetrable se erguía basto y lejano como mis ganas de un chapuzón.
Las comidas hablaban por sí solas, estaban compuestas por platillos tan exóticos a cualquier paladar; los colores que estos ofrecían a la vista eran inimaginables, todos aquellos sabores escondidos en aquellos lugares tan lejanos de la tierra eran ofrecidos en una hora y media, los olores más extravagantes pero a la vez deleitantes al paladar y al olfato.
El gran bufete fue servido y mi plato se surtió de toda aquella gran variedad de comida, realmente era un pecado no comer de todo. Cuando por fin terminé todo aquel bendito plato, una mano ya estaba extendida ofreciéndome una deliciosa y rara bebida tan espesa como refrescante en color rojo cereza, fue realmente rápido lo que me tomó tenerla en mi estómago, el curso estaba por finalizar y pronto partiríamos de regreso a casa; así que como pude y con cierta tristeza empujé la bebida y me retiré del comedor.
Al llegar al salón en donde era impartido mi curso, la facilitadora estaba por terminar y en un santiamén había dado las gracias, y en una despedida corta pero sustanciosa había de enterarnos que la clausura se llevaría a cabo en la gran piscina con la cual contaba el hotel y que estaba a nuestra entera disposición.
Las instalaciones del hotel eran de primer mundo así que la maravilla de piscina que estaba ante mis ojos fue realmente sobrecogedora. Era un pequeño golfo que daba a mar abierto, éste había sido acondicionado de tal manera que pareciese una piscina y no una parte de mar, las aguas que en ella se mecían eran tan cristalinas y limpias que las personas que ahí se encontraban nadando se veían completas a lo lejos. En el medio de ésta, se encontraba una gran escalera que terminaba en un raro artefacto al cual mi rauda y veloz imaginación le puso nombre de tobogán, era un poco rústico para serlo sin embargo no le encontré mejor uso que eso.
Toda la gente nadaba con un afán tremendo, gozaban realmente el estar sumergidos en esas deliciosas aguas y por supuesto yo no me quería perder esa refrescante experiencia. Mis manos cogieron las mochilas en donde traía mi traje de baño, y de dos zancadas ya estaba en los vestidores que para ser sincera más bien parecían la oficina del gerente que un vestidor. Mi traje de baño no era más que un short azul marino, raído por el tiempo y una camiseta de algodón a cuadros, realmente no me
importaba si luciría bien o no, mi pensamiento estaba en poder sumergir mi cara y mi cuerpo en esa rica y transparente agua.
Salí corriendo del vestidor-oficina y mis pies volaron directo al agua. Al llegar al borde mi instinto fue más fuerte y me agaché a tocar el agua para sentir su temperatura y ohh! sorpresa era el agua más helada que jamás había tocado, siempre me consideré pez de agua termal así que en ese mismo instante me retiré del estremecimiento que me dió.
Mi curiosidad terminó, me agazapé en el primer pilar de la contrucción y no quise ya salir de ahí. Todos me gritaban que fuera con ellos a nadar, pero esa sensación fue para mi más que agua helada, un recordatorio de lo que me pasaría si alguna vez mi cuerpo entero tuviera contacto con agua fría y
salada.
A lo lejos el mar abierto oscuro e impenetrable se erguía basto y lejano como mis ganas de un chapuzón.
7 comentarios:
Me encantaría estar en la piscina de ese lugar *-----*, segun como lo describes, sería increíble!! Que mal que hayas desistido, hubiera sido una gran experiencia. Saludos y gracias por compartir tu experiencia con nosotros.
¿soñaste con el Hotel Burj Al Arab?
si es así que chido jajajaja, te envidio,
menos mal que no soñaste con la “cancha de tenis”
saludos, y buen sábado
Excelentes palabras. A veces se nos vienen cosas que no pensábamos y nos hacen ver las cosas de otra manera.
Un pez en el agua, así somos :)
Un abrazo!
Aww si esos son los escenarios de las capacitaciones me quiero capacitar todos los días del año =P, siempre me ha gustado como nos transportas hacia el lugar de los hechos con las descripciones tan llenas de detalles aunque sea para acompañarte en esas ilusiones que se adueñan de nuestros pensamientos.
ufff sueño o anecdota que delicia de post :D
No puedo ponerte en el blog de la semana, necesito una imagen ojalá puedas proporcionármela.
Un beso.
Que impresionante piscina, me gustaría conocer algo así, el frio no me asusta mucho... tengo alma de lobo siberiano ;)
Abrazo
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