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de los niños.



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jueves, 12 de julio de 2012

A LA PUERTA

El viaje en tren por fin había terminado, al bajar de éste nuestros cuerpos estaban todavía molidos;
mi prometido y yo caminamos por el amplio e iluminado pasillo que nos sacaría de la magnificente estación de trenes. Esta era obra de un reconocido arquitecto, el cual había diseñado como pasillos, enormes curvas que estaban llenas de rampas;  y como salidas de estas podíamos encontrar algunos que otros escalones que nos obligaban a entrar en otras rampas a manera de descanso, en donde podíamos encontrar tiendas de todo tipo,cines, lugares de juego hasta cárceles incluso, dichas rampas incrementaban su nivel pero siempre buscando la salida de la estación así como conseguir una estancia de mayor tiempo en ella por la atracción de tiendas en ella. Era enorme y por ello se le consideraba la más famosa de la región.
A nuestro lento y cansado andar se sumó una hilera de hombres, todos con andrajos de vestidos de diferentes colores y encadenados unos a otros;  nosotros al voltear a verlos nos dimos cuenta que sus seguidores los llevaban a punta de latigazos y todos se adolecían pues sus carnes estaban sangradas y el camino quedaba con un débil pero insistente rastro de sangre, por donde ellos habían caminado.
Uno de ellos tenía la furia a flote, el coraje estaba a flor de piel y en la siguiente tanda de latigazos
su paciencia llegó a su fin, el látigo quedó presionado entre su  torso y su antebrazo, su fuerza la canalizó a ese lugar y fue imposible para el guardia sacar el artefacto de entre sus carnes.Con un rápido movimiento logró quitáserlo y deshacerse de él y del guardia, sus movimientos fueron muy ágiles, pues quebró las cadenas que lo ataban a la interminable fila de hombres y corrió, en un desesperado esfuerzo por alcanzar su libertad; su carrera fue hacia la primer salida que encontró, corrió tan rápido como su débil ser se lo permitió, y de vez en cuando trastabillaba con la misma sangre semicoagulada que se escurrían por sus partes inferiores llegando ésta a los pies.
El guardia tardó unos minutos en recuperarse y en lanzar el grito de alarma hacia sus demás compañeros por lo que éstos momentos fueron cruciales hacia el hombre de amarillo que en su frenética carrera su rumbo se dirigió a nosotros. La sorpresa que nos causó fue mucha y por lo mismo no supimos a dónde hacernos; el hombre nos echó una fugaz mirada para que retrocediéramos ante su veloz huida pero nuestro instinto había sido más rápido y le despejamos el área antes que él chocara contra alguno de nosotros.
EL guardia se incorporó de inmediato y a grandes zancadas logró achicar el área que lo separaba del huidizo preso, pero en vista de la velocidad de aquel solo alcanzó a soltar un líquido maloliente que roceó por el camin;  nuestro olfato predeterminó que se trataba de orines y al voltear a ver al guardia; éste ya había prendido su lanzallamas lo que provocó un camino de fuego que pronto se regó como pólvora, alcanzando a ver que prendía todo a su paso.
Nuestra mirada estaba atónita, no podíamos creer que eso se hiciese en la actualidad para lograr detener a  una persona. Aunque si creímos por un pequeño instante que nos alcanzarían las llamas si no nos quitábamos de ahí. Nuestra curiosidad fue mucha y haciendo a un lado nuestro propio miedo, logramos evadir las llamas y avanzar para tener una mejor vista de lo que estaba por ocurrir.
El preso subía y subía la rampa, dando vueltas según como se lo indicaba el camino, el guardia siempre tras de él pero nunca sin darle alcance.
El próximo descanso estaba cerca y el preso de amarillo casi lo tenía en la mira; así que optó por dar una enorme zancada y alcanzó el primer escalón que lo conducía al descanso, donde había una serie de establecimientos en los cuales podría encontrar un refugio seguro donde lamer sus heridas y calmarse del cansancio que la gran carrera le había ocasionado.
De pronto una enorme puerta apareció ante él, era una puerta de madera vieja con forja antigua que la hacían ver impenetrable; el guardia al verla corrió hacia ella y la puerta en una suave y misteriosa bienvenida se abrió dejando entrar al preso en su interior, tragándoselo por completo, y una vez dentro ésta se cerró para desaparecer así de rápido como había aparecido.
El guardia hecho un coraje enorme, pues no podía darle alcance, se quedó petrificado de terror, se dió la media vuelta echando carrera abajo para dar alcance a sus compañeros. Cuando pasó junto a nosotros,su cara era de completo terror, no quedaba en absoluto ni una pizca de burla o coraje, todo en él se ensombreció y no se detuvo hasta alcanzar el pasillo principal por donde venían en un principio.
Una vez más aquella misteriosa puerta se había abierto, para todo aquel que en su desenfrenada carrera entrara ahí por error.
El guardia y todos ahí en la estación del tren lo sabían.
El que entraba no volvía a salir.

3 comentarios:

reptilio dijo...

y no advirtieron...

Anónimo dijo...

wao! si q es una buena historia!!!

reina.momo dijo...

Linda historia :)